
El obispo es un padre para todos. Tiene la tarea de cuidar con amor paternal a quienes se le confian. El obispo hace presente a Cristo; es un signo vivo del Señor Jesús, pastor y esposo, maestro y pontífice… Él llamó a los que él quiso. Me llamó a mí y me corresponde agradecer ejerciendo mi ministerio con generosidad y alegría».